Sé que he estado muy inactivo en el blog durante este 2018,
pero he vuelto esta vez para hablar nuevamente de un viaje. Aprovechando el
cumpleaños de Itziar nos hemos escapado unos días hasta la localidad italiana
de Venecia.
Salimos el sábado pronto por la mañana ya que teníamos el
primero de los vuelos a las 7.35 con destino Munich. El vuelo fue tranquilo y
llegamos sobre las 9.30. De allí y tras una hora de escala, nuevo vuelo para
llegar hasta Venecia. Aunque salimos con un poco de retraso llegamos a Venecia
sobre las 12.30. Desde el aeropuerto de Marco Polo hay varias opciones de
llegar a la ciudad, pero nosotros elegimos la opción del autobús (es la más
económica y se tarda poco tiempo). En 20 minutos estabamso en Piazale de Roma,
de allí cogimos el vaporeto en su línea 2 para llegar hasta el hotel. Como
primera toma de contacto con la localidad, merece la pena este trayecto por el
Gran Canal donde puedes apreciar las góndolas, barquitos, pequeños canales y
las casas a ras de agua. Paramos en la parada de Rialto, justo a los pies del
famoso puente. Además de la obligada foto aprovechamos para comer un trozo de
pizza antes de proseguir (esta vez a pie) hasta el hotel. El día no acompañaba
mucho, ya que llovía bastante, y a eso hay que añadir que los GPS no van muy
finos en Venecia, con lo que nos costó encontrar nuestro hotel. El Ad Place
Venice justo enfrente del teatro de la Fenice, un hotel pequeño pero bonito y
recomendable para alojarse en Venecia. Tras hacer el check in y dejar las cosas
en la habitación pusimos rumbo a la plaza San Marco. No tardamos mucho en
llegar y fuimos directos al palacio del Dolce (palacio ducal), donde teníamos
compradas las entradas para visitarlo (merece la pena coger las entradas con
antelación, ya que la cola para entrar es mucho menor, de lo contrario te comes
una cola de una larga duración).La visita al palacio está bastante bien, puedes
apreciar un poco de la historia de la localidad, lo que más me gustó aparte de
los amplios salones, es el paso por el puente de los Suspiros, desde su
interior. Es oscuro y es conocido por ese nombre por ser el puente que cruzaban
los presos antes de morir y por el cual veían la laguna de Venecia por última
vez. Tras la visita, y como hacía un frío de narices paramos en un café a tomar
un chocolate caliente. Ojo con los cafés en la zona de San Marco, te van a
clavar bien, son bastante caros, para daros un ejemplo dos chocolates nos
costaron 20€. Tras entrar en calor y aprovechando que había parado de llover fuimos
a recorrer la ciudad tranquilamente andando. Merece la pena perderse por
Venecia, ver su callejuelas, sus puentes y sobre todo huir de la “zona
turistica” que está plagada de gente.
Sobre las 20.30 nos fuimos a cenar (como para comer pasta teníamos el
resto de días) acabamos cenando en el Hard rock Cafe, con vista a una parada de
góndolas. Al acabar al hotel a descansar.
La jornada del domingo nos levantamos sobre las 8:30 y
fuimos a desayunar en el hotel. El desayuno estaba bastante completo y tenía mucha
variedad para elegir. Con el estomago lleno afrontamos un nuevo día que se
esperaba movidito. Primeramente fuimos hasta San Marco para preguntar por
barcos que fueran hasta las vecinas islas de Murano y Burano, nos indicaron que
la mejor opción era ir hasta la otra punta y coger el barco en la parada de
Fondamenta Nove. Pues allí que nos fuimos tranquilamente andando. La verdad es
que Venecia no es una ciudad muy grande y se puede hacer andando sin problemas.
Tardamos un rato porque entre tanta callejuela te acabas perdiendo un poco,
pero finalmente llegas a tu destino. Por el camino tuvimos tiempo de ver
tiendas y restaurantes. Una vez en la parada cogimos el billete para dos días
(cada viaje vale 7,50€ con lo que si se va a hacer más de 2 viajes merece la
pena. Vale 20€ el de un día y 30€ el de dos días con viajes ilimitados en
vaporeto). Cogimos el barco hasta Murano,
famosa isla por su fabricación de cristal. Una vez allí vimos una demostración
en una fábrica de elaboración de figuras de cristal. La entrada es gratuita y
tampoco estas mucho tiempo con lo que merece la pena verla. Del resto de la
isla poco que destacar, ya que está plagada de tiendas de cristal y poco más.
Así que nos dirigimos a la parada del faro para coger un nuevo barco hasta Burano.
El trayecto es más largo que el anterior
(se tarda algo mas de 40 minutos en llegar), pero merece la pena la visita a
Burano, es un isla pequeña con casas pequeñas y cada una de ellas de un color,
de hecho este es el distintivo de la misma, la isla de las casas de color la
llaman. Aprovechamos para recorrer el pueblo y sacar fotos. Además como el
hambre ya apretaba, comimos allí en una trattoria. Y estando en Venecia había
que probar los spaghetti con marisco famosos de allí. La verdad es que estaban muy
buenos y nos dieron energía para seguir con nuestro paseo. Tras comprar algún
souvenir sobre las 15.30 emprendimos la vuelta a Venecia (hay que tener en
cuenta que en la ciudad los edificios turísticos cierran sobre las 18.00 con lo
que hay que ajustar horarios si se quieren visitar, y desde Burano se tarda
alredor de uno hora en volver). A la
vuelta no había barcos hasta San Marco (estaba la niebla encima y no se podía
hacer el recorrido), con lo que tuvimos que volver a bajar tranquilamente
andando. La verdad es que no tardamos mucho (se reconoce que está vez cogimos
un camino más directo). Una vez en la plaza vimos alguna tienda de souvenir y
optamos por hacer algo muy típico de Venecia, dar un paseo en góndola. El
precio del paseo es caro 80€ el corto y 120€ el largo, bien es verdad que en la
góndola entran 6 personas y el precio es por góndola con lo que entre 6 tampoco
sale tan elevado. Pero nosotros estábamos solos con lo que negociamos con el
gondolero un precio para hacer el recorrido largo algo más barato que el que
ponía. El paseo merece la pena, te llevan por el gran Canal y por los canales
pequeños viendo los principales edificios de la localidad. Es chulo y se pueden
sacar buenas fotos (le pena es que hacía bastante frío y se te quedaban las
manos finas). El gondolero era muy majo y nos hizo una pequeña guía turística.
Tras el paseo volvimos al hotel a arreglarnos y a cenar para celebrar el 30
cumpleaños de Itziar. Desde el hotel nos recomendaron cenar en un restaurante
llamado Nono Risorto, en la zona del mercado de Rialto. Cogimos el vaporeto en
su línea 1 y fuimos hasta la zona. Como ya he indicado anteriormente, los GPS
no funcionan muy bien en Venecia y nos costó encontrarlo. El restaurante no es
el típico restaurante lleno de turistas en el que te clavan bien, es un sitio
más bien pequeño y lleno de gente autóctona, en el que sirven comida casera muy
buena. Comimos una ensalada, una lasaña casera y una sepia a la veneciana con
unos profiteroles de postre, todo muy rico y a un precio asumible en Venecia.
Al acabar nuevamente al barco y para el hotel a descansar.
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