Cuando aún es reciente su marcha, y como homenaje quería
dedicarle este post a mi abuelo Jaime. Sé que no era amigo de las nuevas
tecnologías (aunque tenía su propio móvil para estar comunicadas aquellas
tardes en las que se iba a la huerta a trabajar). Pero a pesar de ello he
decidido nombrarle y que esté presente en este blog. “El hombre de las
chapucillas en el barrio” ó “Ese señor tan majo de la camisa de cuadros,
pantalones de pana y boina” son unos de los muchos apelativos que tenía.
Y es que así era él, un hombre al que todos reclamaban para
hacer sus chapuzas en casa (arreglar grifos, cisternas, tuberías...). De hecho
ha estado hasta casi el final con ellas, fruto de ello tengo en mi casa un
grifo nuevo puesto por él no hace mucho.
Pero no sólo por
estas cosas le recuerdo, tengo en mi mente las incansables horas que se ha
tirado mi abuelo en las distintas huertas en las que ha trabajado y esa
cantidad de sacos llenos que llevaba hasta casa. Tal era el peso que ni yo con
las 2 manos podía con ellas ¡Y él llevaba un par a cada mano!
Si por algo también se le recordará será por su boina, un
distintivo propio de mi abuelo. No se concibe a Jaime sin su boina, sus
pantalones y su camisa de cuadros, atuendo con el que tan pronto iba a hacer
unas chapuzas, como para ir a tomar unos chiquitos.
No era una persona de muchos afectos, no era el tipo de
persona sentimental que cada vez que te veía te abrazaba. Pero si necesitabas
algo, no tenías más que pedírselo. Dentro de sus posibilidades (en muchos casos
hasta haciendo grandes esfuerzos), mi abuelo nos ha dado aquello que
necesitábamos tanto a mis padres, mi tía, como a cualquiera de sus nietos. Recuerdo sin ir más lejos mi primer ordenador
o más recientemente el sofá (tresillo como él y mi abuela lo llamaban).
Mención aparte aquellas cenas de navidad, con el lacón
preparado por él o ese flan que esperábamos todos los años (no por su sabor,
sino porque ya antes de cortarlo ya se había desecho, provocando su enfado y
las risas de todos). Además hay que
recordar sus innumerables quejas por todo: que si esta soso, que así no, pero
todo preocupándose de que todos comiésemos y si estaba a nuestro gusto.
Quejas por la comida al margen, era una persona que apenas
se quejaba por nada. Ya podía estar medio cojo que no le verías quejarse. Y así
ha sido hasta el último momento, se ha
ido sin queja alguna.
Por todo ello y por muchas cosas más que se han pasado
mencionar. Sólo hay una cosa que decir. ¡GRACIAS ABUELO!
Muy Bonito Gorka!Todas buenas verdades! y es que siempre estuvo ahí, no solo para hijos y nietos,para todos. sobrinos también. Por eso yo también debo decir, Gracias Tio! Un beso y un abrazo a todos. Eider.
ResponderEliminarGracias por tu comentario prima.
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