Han sido unas vacaciones low cost, y por ello ha sido todo una Odisea. El destino ha sido la ciudad eterna de Roma. Todo empezó el viernes pasado cuando teníamos el primer trayecto del viaje. Este trayecto consistía en un viaje en bus desde Bilbao a Barcelona. Cogimos una oferta muy buena para ir hasta la ciudad condal, pero claro todo no iba a ser jauja. El bus tenía prevista su salida a las 15.30 y llegó con una hora de retraso. Además tenía un montón de mini paradas, en Vitoria, en Logroño y Zaragoza. Además se tuvo que parar pasado Calahorra para echar gasolina porque el bus no tenía. Menos mal que el viaje nos lo amenizó una alegre gallega, que venía desde Lugo, y que no le habían dejado ni parar para comer algo, ni para ir al baño. Pobre mujer mas de 12 horas en el bus y ni paradas pudo hacer, porque los parones no llegaban ni a 5 minutos. Llegamos a Barcelona pasadas la 1 de la mañana. Acto seguido pusimos rumbo a Plaza España para coger el bus nocturno al aeropuerto, donde ibamos a pasar lo que quedaba de noche, ya que el vuelo a Roma era a primera hora de la mañana. Pensaba que los aeropuertos por la noche eran lugares desolados y tranquilos, pero el aeropuerto del Prat, tenía bastante vidilla, había mucha gente por el aeropuerto. Buscamos un banco para poder echar una cabezadita, pero de dormir nada porque allí estaba el de la pulidora que no paraba de dar vueltas y la gente entrando y saliendo del baño.
Total que nos dieron las 4 de la mañana cuando se encendieron las luces. Pasamos el control a las 4.30 y fuimos a desayunar. Nos tocaba picar algo por aeropuerto y luego dar una vueltilla hasta las 6.30 momento en el que embarcamos para coger nuestro vuelo a Roma. Llegamos al aeropuerto de la capital italiana, sobre las 9 de la mañana tras un vuelo tranquilo. Y aquí seguimos con las carreras, teníamos un autobus a las 9.50 y no sabiamos muy bien donde se cogía, asi que salir del avión y ale corriendo a la salida y a buscar la parada de buses. Comprobamos que la puntualidad en los transportes publicos en Roma no es ninguna maravilla. Ya que aunque nosotros llegasemos a tiempo el autobus nuevamente venía con retraso. Luego fuimos directos a Termini, desde allí al metro para ir al hotel. Pero claro a eso había que añadirle que teníamos entradas para el Vaticano para las 12 y que eran ya las 11 y algo. Total que llegamos a Cornelia (nuestra parada del metro) y nos equivocamos de dirección, preguntando por allí llegamos al hotel a las 11.50. A todo correr dejamos las cosas en el cuarto y cogimos un taxi para el Vaticano. Llegamos tarde, pero nadie le hizo caso al horario y entramos sin problemas. Vimos los museos vaticanos y sus inumerables obras cuadros, esculturas y demás. Pudimos apreciar también la capilla sixtina, donde se reunen los cardenales para elegir Papa entre otras cosas. Comimos unos macarrones y postre allí en un bar y salimos a ver la plaza del vaticano. La verdad es que es inmensa, con la básilica coronando la misma, no sabría decir cuanta gente puede entrar allí. Tras abandonar el país más pequeño del mundo, fuimos a dar una vuelta por Roma, donde vimos el castel de Sant Angelo, las plazas de España y de Nabona, el partenon de Roma o la conocida Fontana di Trevi. Que suerte la mía para una vez que voy Roma, la basílica en la plaza de España se estaba restaurando y la fontana de Trevi también ( total que en vez de ver esta última con agua, la vimos con andamios. Eso sí te dejan acercarte más a las figuras. Cenamos cerca de la Fontana una rica pizza y nos retiramos para el hotel a descansar que tras tantas vueltas y sin apenas dormir estabamos derrotados.
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