Segunda parte de mis vacaciones de este verano.
Continuando por el martes, en el que por la mañana amaneció con un día muy triste e Itziar se desmoralizó. Bien es verdad que como le indiqué a Itziar se podía estar en la playa pero como estaba nublado no le apetecía. Total que cogimos el coche y fuimos a recorrer Alcoceber. Fuimos hasta la zona de playa romana donde dimos una vuelta y finalmente, sobre las 12 nos animamos a ir a la playa. El día despejó y se quedó muy bien. Pero claro tocaba ir a comer que el hambre apretaba. Fuimos al hotel y prontito de vuelta a la playa para aprovechar a bañarse, vaguear y flotar en mi donuts hinchable en un mar en calma.Sobre las 19.30 salimos a ducharnos y a recorrer el mercadillo que ponen en la localidad los martes. Había mucha gente y puesto de todo tipo, con lo que pasamos un rato largo antes de ir a cenar, entre los gritos de "Barato, Barato", " A un ebro... señora", "estoy que lo regalo"... Tras la cena en el hotel una vueltilla por la noche para tomar algo, que acabó siendo un batido enorme. Pensabamos que era un batido pequeñito y pedimos uno cada uno pero debían tener complejo de Bilbao y lo hicieron del tipico tamaño "enano" de por aquí.
El miércoles nos tocó día de turismo.Y es que tras desayunar
tranquillamente nos desplazamos hasta Marina D'or. La verdad es que ha
crecido enormemente la zona, en mi anterior visita estaba casí todo en
construcción, pero ahora ya hay discotecas, aquapark, parque de
atracciones, un montón de Hoteles y apartamentos. Todo muy artificial.
Ha quedado chulo, aunque se haya explotado quizá en exceso. Bueno
impresiones a parte, fuimos a pasar la mañana en la playa. Y al mediodía
tuvimos que huir porque hacía un calorazo, que no se aguantaba allí.
Salimos en busca de una botella de agua, ya que con tanto calor nos
deshidratabamos. Gracioso que encontramos un montón de máquinas
expendedoras pero no funcionaban, menos mal que vimos un super, si no
las máquinas iban a ver que es el no darle agua a uno de Bilbao. Tras
saciar la sed y huir de los relaciones públicas que nos llevaban a sus
restarantes, comimos en uno un rico menú del día. Como seguía haciendo
mucho calor cuando acabamos, nos fuimos a comprar algún souvenir para
que bajase el sol y nos permitiese volver a disfrutar de una nueva tarde
de playa, donde permanecimos hasta las 19.00. Momento en el cual fuimos
a dar una vuelta por la zona antes de volver a Alcoceber a cenar. Por
la noche otro paseo, un heladito y para el hotel a cenar.
El jueves se calló el mundo, empezó a diluviar como si no hubiese mañana. Pasamos toda la mañana al cóbijo del hotel viendo la espectacular tromba de agua que caía. Sobre las 13.00 paró pero el día no despejó, con lo que decidimos que la mejor opción era coger un vuelo en busca del sol. ¿Y que mejor opción que ir al aeropuerto con más tráfico de España? Si allí no había un vuelo no lo iba a haber en ningún lado. Ese sitio no es otro que el aeropuerto de Castellón, una de las grandes muestras del despilfarro de este país. El aeropuerto es un sitio con una estatua horrible en una rotonda, que sabe dios lo que ha costado esa monstruosidad, y una zona de hacer check in mas vacía que un desierto (eso sí las escaleras mecánicas y el ascensor tirando para que suban las motas de polvo porque poco más había). Total que por mas que buscamos un vuelo lo mas parecido a un avión que había allí era las figuras de la rotonda. Hicimos unas fotos para retratar el despilfarro y tomamos rumbo a Castellón, que por cierto estaba a tomar vientos de allí. Comimos una empanada de Mercadona y por la tarde fuimos a Benicasim a dar una vueltilla. El pueblo está exactamente igual que lo recordaba, lo cual me hizo ilusión. Tomamos algo allí y de vuelta para el hotel. Por la noche no salimos y nos quedamos en el Bingo musical. No ganamos pero una copa de cava tomamos. Además esa noche tiró agua de una manera que no recordabamos, no se veía nada al mirar por la ventana. Que suerte la nuestra nos comimos toda las trombas de agua, para ir cogiendo ritmo de Bilbao.
El viernes tras desayunar y hacer el chekout, rumbo a casa. Eso sí con varías paradas: en Teruel (que sí que existe) para conocer la ciudad y recorrer su zona antigua y ver a los amantes y en Calamocha (para comer y comprar jamón jeje). Sobre las 20.00 estabamos ya aquí y fuimos a cenar con mis padres que se iban de vacaciones.
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